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21 Mayo 2021

Oír en lenguas: una invitación de una defensora de Brasil

Por Pâmella Passos

Por Pâmella Passos

Traducción Rosario Figari Layus

Hace unos años me encontré con el texto “Hablar en lenguas: una carta a las escritoras del Tercer Mundo”1 de Glória Anzaldua. Como promotora de la escritura de las mujeres, la autora, estudiosa de la teoría cultural chicana, feminista y lesbiana convoca a las mujeres del llamado “tercer mundo” a escribir y reconocer en la escritura una forma, a mi modo de ver, de creación, de supervivencia.

Respondiendo a su invitación, es que escribo estas líneas. Este es un diálogo con Anzaldúa, una carta en respuesta a ella. Pongo en palabras algo que durante meses creí era un tema personal y por lo tanto que no merecía ser escrito, más allá que en mi inexistente diario personal. Aquí quiero dirigirme a las defensoras de derechos humanos del sur global y también a aquellas que nos dan acogen internacionalmente.

Descubrirme como defensora no fue fácil, a pesar de tener un rol militante y estar de acuerdo con los artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Solo cuando asesinaron a una amiga defensora me di cuenta que luchábamos por las mismas banderas. Le quitaron la vida. Podríamos haber estado juntas en ese coche en el que le dispararon. Los paseos eran comunes, las conversaciones sobre la lucha, la familia, los amores, la vida. Ese día yo no estaba. Ese día nos quitaron a Marielle Franco.

Todavía aturdida, negué a los demás y a mí misma que tenía que parar. Agradeciendo las conversaciones y los consejos, decidí solicitar una licencia para realizar estudios para profundizar en los derechos humanos. Sólo así, teniendo un objetivo formativo, me permití frenar un poco.

Como parte de mi formación, me acogió un programa de Rest and Respite en Europa. No fue fácil salir del país, aunque fuera por poco tiempo, sabiendo que todos se quedaban. El sentimiento era de huida, de falta de responsabilidad, casi de cobardía.

Me prometí a mí misma que sacaría lo mejor de esa oportunidad, pero no sabía que sería tan difícil cumplir esta promesa sin dominar el idioma inglés. En mi caso, en la mayoría de las actividades me acompañó una persona del equipo que tradujo todo al español. A pesar de ser brasileña, entiendo y hablo razonablemente bien el español, lo que no siempre es una realidad en mi país. Pero todavía me pregunté varias veces: ¿por qué la gente en Europa no habla en español? ¿No han podido aprender español o hay una naturalización de que todos deberíamos hablar inglés?

A pesar de todo el apoyo y gran aprendizaje que tuve en mi experiencia como defensora en el extranjero, no poder ser escuchada en portugués o español en la gran parte de mis actividades fue un proceso muy doloroso.

Tal dolor cobra especial intensidad cuando lo que se tiene que contar es algo traumático, como alguna violencia sufrida por la propia defensora o por alguien cercano, que implica tocar heridas abiertas. En este escenario, la recepción lingüística es fundamental. Poder hablar en mi propio idioma de mis dolores y miedos no es algo secundario. Para poder andar por el pantano de experiencias dolorosas necesito mis pies firmes, mis raíces, mi lengua. Es en este momento cuando la posibilidad de traducción se convierte en un apoyo fundamental.

No estoy en desacuerdo con la importancia de aprender otros idiomas, esto es muy rico, pero ¿por qué naturalizar la falta de traducción simultánea en varios idiomas en los espacios de apoyo y dialogo cuando ya tenemos la tecnología, los recursos y/o las alianzas y redes necesarias para poder llevarlo a cabo?

Hablar de cuidado y autocuidado implica hacer visible que gran parte de las oportunidades, recursos y programas a disposición de las personas defensoras de derechos humanos están ligados a la hegemonía del idioma inglés. La mayoría requiere cierta comprensión del inglés, o al menos la voluntad de actuar como si no fuera un problema grave no ser bien entendido y escuchado durante tres meses, que es lo que duran varios de los programas de apoyo en el extranero. La hegemonía del idioma inglés sigue siendo una barrera que excluye y segrega a las personas defensoras del sur global, especialmente a las mujeres que, debido a sus largas jornadas laborales, no suelen tener la oportunidad y el tiempo de aprender ese idioma.

Aquí evoco las palabras de bell hooks,2 una autora negra que nos invita a la transgresión:

Propongo que podamos aprender no solo con los espacios del habla, sino también con los espacios de silencio; que, en el acto de escuchar pacientemente otro idioma, podamos subvertir la cultura del frenesí y el consumo capitalista que exigen que todos los deseos se satisfagan de inmediato; que podemos cuestionar el imperialismo cultural según el cual sólo aquellos que hablan inglés estándar merecen ser escuchados.

Este texto, más que un diálogo con Anzaldua a quien sigo respondiendo y agradeciendo su invitación a escribir, es una invitación en sí misma. ¡Que oigamos en lenguas! ¡Todas las lenguas! Esto debe ser, a mi modo de ver, un compromiso de todos y todas. Y siguiendo a bell hooks,3 entiendo la importancia de publicar este artículo en inglés, porque, aunque este es el lenguaje del opresor, lo necesito para poder hablar con contigo.

1 ANZALDÚA, Gloria. Falando em línguas: uma carta para as mulheres escritoras do terceiro mundo. Revista Estudos Feministas. Vol.8, n.1, Florianópolis, 2000.

2 Hooks ,Bell. Ensinando a Transgredir: a educação como prática da liberdade. Tradução de Marcelo Brandão Cipolla. San Paulo: Editorial WMF Martins Fontes, 2013.

3 Idem.